El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

sábado, 25 de mayo de 2013

Abrir las puertas de la Iglesia


"Quienes se acercan a la Iglesia deberían encontrar las puertas abiertas, y no encontrarse con controladores de la fe", dijo hoy el Papa Francisco...  Esta fue su homilía: 

El evangelio del día nos habla de cómo Jesús reprende a los discípulos que intentaban alejar a los niños que la gente llevaba a bendecir. “Dejen que se acerquen a mí y no se lo impidan. Porque el Reino de Dios pertenece a quienes son como ellos”. La fe del pueblo de Dios – señala el Papa – es una fe sencilla, una fe que tal vez no tiene mucha teología, pero hay una teología interior que no se equivoca, porque el Espíritu está tras ella. Y para explicar esta formulación teológica añade: “Si quieren saber quién es María, vayan con los teólogos, que les explicarán exactamente quién es ella. Pero si quieren saber cómo amar a María, vayan con el pueblo de Dios, que les enseñará mejor”. “El pueblo de Dios, -continuó el Papa- siempre está pidiendo estar más cerca de Jesús, a veces pueden ser muy insistentes en esto, pero es la insistencia de los que creen”.

Recuerdo una vez, al salir de la ciudad de Salta, en la fiesta patronal, que había una señora muy humilde que quería la bendición de un sacerdote. El cura le dijo, ‘bueno, pero si usted ya estuvo en la misa’, y le explicó toda la teología de la bendición de la misa, y lo hizo bien. “Bueno, padre, gracias, padre”, decía la mujer. Cuando el sacerdote se fue, la mujer se volvió hacia otro sacerdote y le dijo: ‘¡Deme la bendición!’. Las palabras del primer sacerdote no hicieron eco en ella, porque su necesidad era otra: necesitaba ser tocada por el Señor. Esa es la fe que buscamos, la fe que nos da el Espíritu Santo. Debemos facilitar esta fe, hacerla crecer, ayudarla a crecer.

El Papa también recordó la historia del ciego de Jericó, que fue reprendido por los discípulos por gritarle al Señor: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. “El evangelio dice que ellos no querían que el gritara, pero él insistió gritando todavía más. ¿Por qué? ¡Porque tenía fe en Jesús! El Espíritu Santo había puesto esta fe en su corazón. Y ellos le decían: ‘No, no puedes hacer eso. No puedes gritarle al Señor. Va contra el protocolo, es la segunda Persona del la Santísima Trinidad, fíjate en lo que estás haciendo,!’ Es como si le dijeran eso, ¿no?”

Y evocó entonces la actitud de muchos cristianos: “Hay cristianos buenos, gente de buena fe, por ejemplo el secretario o la secretaria de una parroquia: ‘buenos días, buenas tardes, nosotros dos – una pareja de novios- queremos casarnos’ Y en lugar de decirles ¡Qué bueno! Les dice: ‘Hm, muy bien, tomen asiento; si quieren la misa, cuesta tanto…’ Es decir, en lugar de recibir una bienvenida cálida, el mensaje de que es una buena cosa que se casen, la respuesta es: ‘a ver, ¿traen su certificado de bautismo?, muy bien…’ De hecho, lo que están encontrando es una puerta cerrada, cuando estaba la posibilidad de abrir una puerta, aprovechando la ocasión de un matrimonio. Muchas veces somos controladores de la fe, en lugar de convertirnos en facilitadores de la fe de la gente." 

Y siempre tenemos la tentación – dijo el Papa – de “apropiarnos del Señor”. Y contó esta otra historia:
“Piensen en una madre soltera que va a la Iglesia y le dice también a la secretaria de la parroquia: ‘quiero bautizar a mi hijo’. Y entonces este cristiano, esta cristina, le dice: ‘No, no se puede porque usted no está casada’. Piensen en esta chica que tuvo el valor de llevar adelante su embarazo en lugar de regresar al niño al remitente… ¿y qué encuentra? ¡Una puerta cerrada! ¡Eso no es celo! ¡Está lejísimos del Señor! ¡No abre las puertas! Cuando vamos por ese camino, cuando tenemos esta actitud, no le hacemos bien a la gente, al Pueblo de Dios. Porque Jesús instituyó siete sacramentos, pero con esta actitud estamos estableciendo el octavo: el sacramento de la Aduana Pastoral.” 

“Jesús se indigna cuando ve estas cosas – subrayó el Papa – porque quien sufre es el pueblo fiel, ese pueblo al que Jesús ama tanto”.
“Hoy pensemos en Jesús, quien siempre nos ha querido cerca de sí, pensemos en el Santo Pueblo de Dios, la gente sencilla, que quiere acercarse a Jesús, y pensemos también en tantos cristianos de buena voluntad que están equivocados, y que en lugar de abrir la puerta la cierran, pensando que actúan bien… Pidamos al Señor que todos los que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas, abiertas para encontrarse con el amor de Jesús. Pidamos esta gracia”.


(Homilía del Papa Francisco. 25 de mayo 2013)
Traducido de Radio Vaticano

martes, 21 de mayo de 2013

A 15 centímetros

En estos días estoy en Cuernavaca acompañando Ejercicios Espirituales a un grupo de jóvenes y algunas religiosas.  Puse en Facebook una foto del lugar y me hizo gracia que un amigo comentó: "¡Así que chiste! Ahí, para donde uno voltee, Dios está a 15 centímetros..."
La verdad es que la frase me dejó pensando. ¿Somos conscientes de que, ahí donde estamos, Dios está a 15 centrímetros de distancia? Incluso mucho menos.  Claro, es mucho más evidente en un lugar como este, un rinconcito de bosque que uno no pensaría encontrar en la ciudad. Para donde voltees, efectivamente, ves árboles, pasto verde e incluso un puente colgante. Una vista que inspira paz y también invita al riesgo. Casi sin palabras, una puede susurrar continuamente: "aquí estás".
Por la mañana tuvimos una pequeña oración guiada, invitando a respirar pausada y conscientemente, palpando la respiración y sintiendo que con el aire iba entrando dentro de nosotros el Espíritu de Dios. Así de cerca está; a veces listo para tomar nuestra mano y otras veces a una distancia más discreta, más prudente.

Hace poco se me vino otra imagen muy clara para entender algo más sobre ese modo de presencia de Dios. Me contaron que una persona a quien quiero mucho estaba pasando por una situación muy difícil, y que posiblemente querría hablar conmigo. No podía llamarla yo, y generalmente el único medio de comunicación que tengo con ella es el internet, así que abrí literalmente todos los canales que se me ocurrieron: skype, gmail, facebook... y esperé. Pasé todo el día haciendo diferentes tareas, mientras miraba de reojo cada una de las ventanitas que tenía abiertas y verificando si llegaba algún correo. Para la noche no había recibido señales de vida, y sólo podía intuir la complejidad de la situación, pedir por las personas involucradas y 'sentir' con ellas. Y entonces entendí. Así nos espera Dios. Mantiene sus ventanas abiertas; su foquito verde está permanentemente encendido, con tal de que yo también 'abra' mi chat.  La pregunta es si nosotros nos conectamos o no. Si yo no me conecto, da lo mismo que del otro lado alguien espere y su estado sea 'visible'.
¿Qué necesitamos para conectarnos? Quizás el simple esfuerzo de buena educación de dejar lo que estamos haciendo, cerrar nuestras otras 'ventanas' y tomar conciencia. Respirar profundo. Callarnos.
Un muy buen comienzo para el encuentro.
Clara Malo C. rscj