El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

viernes, 2 de enero de 2015

El banquete del Reino

Hay encuentros, cenas, fiestas, que tienen el sabor del Reino de Dios.  Estos días he vuelto a saborear la experiencia de reencuentro con una comunidad entrañable.
Hace más de 20 años hice en Tepic mi noviciado y mis primeros votos. Y estos hombres y mujeres, que ahora son mis amigos, fueron para mí maestros, formadores, hermanos.  Eran los tiempos de auge de las Comunidades Eclesiales de Base, una época de entusiasmo y esperanza, en una Iglesia que percibíamos cálida y abierta.  Ellos eran animadores y catequistas,  pero sobre todo fueron grandes amigos de la comunidad del noviciado.
Después de muchos años, tuve la oportunidad de regresar a Tepic por unos días.  Algunos de los amigos más cercanos organizaron una cena sencilla: café, pan de dulce, tortas…  Nos sentamos apretados en torno a una mesita que me hizo pensar en las primeras Eucaristías.  Cada uno me habló de sus nietos. De los logros de sus hijos: “Vieras cómo es cariñoso Víctor con su bebé… le hablaba desde que estaba en la panza de su mamá...”   “Jessi se graduó de sicóloga. Tuvo hasta mención, puros dieces…  Cuando pienso cómo batallaba de chiquita…”   “Juanito está estudiando Ciencias Políticas. Hasta fue a México y lo llevaron a Los Pinos.  Aquí todos los animadores se cooperaron para pagarle el pasaje, ¿tú crees?”    Y pienso en la suerte que tuvieron estos que ahora son jóvenes de crecer en estas familias que les enseñaron el significado del amor y de la solidaridad.
Hablamos de nuestros recuerdos, de la huella que dejó cada una de las rscj que pasaron por Tepic, de la experiencia palpable de estar siguiendo a Jesús.  “¿Se acuerdan de cuando íbamos en el autobús para los votos de María del Mar? Comimos todo el camino… ¡Era como el Reino de Dios sobre ruedas!”
Alguien dijo: “Yo creo que esas son experiencias irrepetibles…”  Pero de alguna manera, al reflexionar en lo que vi y escuché en estos días, pienso que no es así. Ellos repiten cada día la experiencia del Reino de Dios.  Lo viven en su trabajo, en el amor a sus hijos, en su fidelidad a la Iglesia.  Siguen siendo comunidades que construyen vida en medio de un contexto que de pronto se volvió violento.  Uno de ellos se está preparando, junto con su esposa,  para ser diácono permanente ahora que se jubile. Otra es encargada de la tiendita de la secundaria, y desde ahí acompaña y alienta a los adolescentes de la colonia. Varias son catequistas.  Todos son testigos de la ternura y la fidelidad de Dios.
Al terminar la cena, Pera – la dueña de la casa – encendió una vela y dimos gracias tomados de la mano. Me vienen a la mente muchas palabras para ese momento: comunidad, Eucaristía, volver a Belén con los pastores, fidelidad, encarnación…  Y sobre todo: “El Reino de Dios está ya entre ustedes…” (Lc 17, 21)
Clara Malo C. rscj