El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

viernes, 20 de enero de 2012

Alimentar la esperanza

Hace unos días recibí un correo que me dejó pensando mucho. Lo escribió una persona cercana, a la que quiero y también admiro. Sus palabras me quedaron doliendo dentro, porque siento que hacen eco de lo que muchos pueden sentir en ciertos momentos:
¿Sabes? desde siempre he estado del lado de la lucha por un mundo más equitativo, un poco más parejo; he hecho mil cosas... pero no hemos conseguido nada, no ha habido cambios y después de 50 años de lucha no veo para qué.  Decía un maestro de la carrera que no debemos llorar de impotencia, pero ya no sé qué hacer... 
El correo tenía su origen en la preocupación y dolor ante las noticias de hambruna en la Sierra Tarahumara. Una "noticia" que en realidad no es novedad: cada año hay hambre. Cada año se reparten cobijas y despensas, en un ciclo interminable.  Es como las noticias de desastres naturales: viene un terremoto o una inundación, nos impresionamos, mandamos algo de ayuda... y nos quedamos tranquilos hasta el siguiente desastre. O hasta que se nos vuelve a despertar la conciencia. Sólo que aquí el desastre no es "natural"; es un desastre provocado por la injusticia, la indiferencia y la corrupción.

Pero lo que me dolió no fue tanto eso, sino la desesperanza. Tuve que pensar bien mi respuesta, porque no quería contestar con frases que sonaran prefabricadas.  La animé a llorar y a sentir, porque creo que hay lágrimas (de indignación, de impotencia, de dolor)  que nos ponen en sintonía con Dios. Le compartí lo que he experimentado en muchos momentos: la muerte parece presente en todas partes, pero hay acciones que detienen su avance.  Como si la luz ganara espacios... Aún sabiendo que no está en nuestras manos resolver todo (ni aún un poco), podemos ser parte de las redes de vida, de solidaridad, de esperanza, que se expanden como hierba con la lluvia.  

Esto me recuerda un poco "La historia interminable", de Michael Ende.  La tierra iba desapareciendo ante el avance de la Nada, pero en la medida en la que se fortalecía la fe y la imaginación, reaparecían espacios. Lo mismo ahora: pareciera que "la Nada", va haciendo el mundo seco y gris, pero al mismo tiempo hay miles de personas pensando cómo mandar ayuda, firmando peticiones de defensa de los animales, logrando que se mantenga el derecho a la expresión en internet, organizando proyectos comunitarios. Lo he visto. Lo he tocado.

Pero esto también es cosa de fe, y creo que a veces lo mejor que podemos hacer es poner en manos de Dios nuestra esperanza frágil y maltratada.  Estos días he estado escuchando esta canción, que de alguna manera dice esto:
EN TUS MANOS  (Cecilia Rivero Borrell, rscj)

Toma nuestro ser por tu cuenta Señor
Que si no es así, a quién iremos
Toma nuestra vida por tu cuenta Señor
Que si no, dinos qué es lo que haremos
Nuestra arcilla entera en tus manos Señor,
Que si no, inútilmente sufrimos
Nuestros sueños todos por tu cuenta Señor
Que si no, el horizonte perdemos.
NUESTRA SED DE JUSTICIA EN TUS MANOS SEÑOR
QUE LA MUERTE NO ESPERA Y AVANZA,
NUESTRO AFÁN DE ESPERANZA EN TUS MANOS SEÑOR,
QUE SI NO EL SIN SENTIDO NOS CANSA.
Nuestro modo de orar por tu cuenta Señor,
Que nos haga ligera la carga,
El trabajo y la lucha por tu cuenta Señor,
Que si no se interrumpe esta danza...
Hoy cumplo, por cierto, 10 años de mis votos perpetuos.  A veces danzo y a veces me canso... pero le pido a Dios eso: que me tome por su cuenta.  Que nos siga tomando a todos por su cuenta, para alimentar nuestra esperanza y nuestro deseo de danzar.

domingo, 1 de enero de 2012

En clave de Facebook


Una de las cosas que agradezco de acompañar Ejercicios Espirituales a jóvenes es que suele darme nuevas claves para entender y expresar el seguimiento de Jesús.  Esta vez hay en el grupo varias niñas de prepa, de 17 y 18 años.  Al compartir su día usan frases como: “El día estuvo super chido, ¿sí me entiendes?  Así como que plática total con Jesús…”   Pero también se tejen procesos profundos, cambios de perspectiva, reconciliaciones… 

Ayer se les propuso que reflexionaran sobre su modo de amistad con Jesús y hasta qué punto se sienten libres para seguirlo. Al ver a estos jóvenes empecé a preguntarme: ¿Cómo serían unos EE en clave de Facebook?  A lo largo de la tarde, según iban transcurriendo las entrevistas, fue creciendo en mí la risita silenciosa, el sentimiento de complicidad con Jesús al “traducirles” la propuesta:
Esto es como hacer el test para ver en qué nivel te ubicas: El primer nivel de amistad es como darle “like”.  Dices que Jesús “te gusta”, te sumas a su fan page y por lo mismo estás dispuesta a vivir de acuerdo a sus mandamientos, amar al prójimo, no hacer daño a nadie…   El segundo nivel de amistad, equivale a aceptar su solicitud y hacerte de verdad su amiga: prestar un servicio más allá de lo meramente indispensable,  apoyar su causa y compartirla con tus amigos…  Pero el tercer nivel, es cuando de plano ya pones “tengo una relación”: estás enamorada, quieres caminar con él, escoger las mismas cosas que él eligió y por eso estás dispuesta a todo.
Sus ojos brillaban de entusiasmo: “¡Sí!, me late eso del test… – y con una risita - pero bueno, primero voy a checar si tengo una nueva solicitud de amistad…”
 
Al mirar el atardecer me sentí llena de una gratitud silenciosa. Por una parte por cada uno de estos jóvenes  y su increíble disposición.  Pero también, más profundamente, porque me sentí tentada a cambiar mi “estado” en Facebook: yo, Clara, tengo una relación.  Lo digo con orgullo, con alegría  e incluso con cierta incredulidad.  Tengo una relación larga y profunda, que me ha marcado y da perspectiva a todas mis demás relaciones. Esta relación, que se fue gestando a mis 14 ó 15 años, ha desembocado en que mi vida sea ahora esto: acompañar a otros en el proceso de encontrarse con Dios, aprender a discernir y correr riesgos.  Sólo por esto valdría la pena mi vida. 

Y qué alegría profunda cuando alguien más se acerca a decirme: “Ya lo descubrí…  voy a cambiar mi estado en Facebook”