El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

viernes, 2 de marzo de 2012

Siempre


Señor, tú me conoces…
Me conoces por dentro.
Sabes cuándo me siento y me levanto…
Conoces mis pensamientos mejor que yo
y entiendes lo que yo misma no soy capaz de entender…

Hay cosas para las que no encuentro palabras,
que no sé expresar…pero que tú entiendes aunque yo no las diga.
Me sostienes, me envuelves, me abrazas
y tienes puesta sobre mí tu mano.

Aunque trate de esconderme, tú me encuentras.
Incluso si no quiero dar la cara, termino encontrándote.
Si subo a lo más alto, ahí estás.
Si siento que he llegado a lo más bajo, también me esperas ahí.

Aunque huya de mi misma y corra lo más lejos que pueda,
tú estás en todas partes, para encontrarme,
guiarme, recogerme en tu mano y protegerme.

A veces me siento en la oscuridad, y quisiera quedarme ahí.
Pero tú no dejas de ser luz, no temes a la oscuridad,
y ahí me buscas para sosegar mis miedos
y volver a encenderme e iluminarme.

Porque tú me conoces desde siempre.
Trazaste el diseño de mi cuerpo,
tejiste mis riñones, cada uno de mis órganos.
Me tocaste desde que era sólo un pedacito de vida…
Muchas veces lo olvido, pero es un milagro que esté viva.
Haz hecho en mí maravillas… De verdad eres increíble.

Desde entonces me veías.
Todo esto que soy: carne, hueso, sentimientos, espíritu.
Ahí, cuando todavía no me conocía nadie, tú sabías cómo me iba formando.
Me veías, y soñabas lo que podía llegar a ser.

Si yo tratara de conocerte así, no acabaría.
¿Qué te puedo decir? Me quedas grande.
A veces no te entiendo… pero sé que ahí estás.
No importa lo que piense, al final, estoy contigo.

No entiendo, por ejemplo, por qué siguen vivos los que causan tanto mal.
Yo quisiera que desaparecieran así, de repente.
Me duele ver tanto dolor. Me da asco ver tanta violencia.

Tú conoces mi corazón, con todas sus mezclas.
Ven, entra en cada rincón. Quiero que me conozcas más.
Tal vez así también yo misma me conozca mejor
y pueda moverme desde tu lógica…
Llévame de verdad por tu camino.

Salmo 139  (versión libre)

domingo, 19 de febrero de 2012

Mientras dormimos


En vano te levantas tan temprano y te acuestas tan tarde, y con tanto sudor comes tu pan: él lo da a sus amigos mientras duermen. (Salmo 127)
 
Soy una de esas personas que pierden el sueño con facilidad: si hace frío o calor, si tengo tos o algún pendiente, puedo pasar horas en blanco.  Hace unos días llegué a Roma,  y además de todas las razones anteriores puedo añadir el cambio de horario,  así que esta semana ha sido de poco dormir. 

Ayer en la oración comunitaria se nos invitó a reconocer aquellas cosas que nuestro corazón estaba reteniendo o cargando y que no nos permitían estar completamente “aquí”… y tratar de colocarlas en las manos de Dios, en libertad.  Como símbolo cada una teníamos en la mano una piedrita; yo acariciaba la mía pensando en todo lo que dejé “allá” en México y que aquí en Roma me sigue quitando el sueño: personas, situaciones, asuntos no totalmente resueltos, más y más personas…

Foto: Gregory Colbert.
De pronto caí en la cuenta de que a esa hora, en la que yo estaba pensando en cada una y enviando silenciosamente mi bendición, allá eran las 2 de la mañana y seguramente todas ellas estarían profundamente dormidas.  Fui recorriendo imaginariamente casas y ciudades,  contemplando sus rostros relajados, y entonces entendí de un modo distinto la frase del salmo 121: No, no duerme ni dormita el guardián de Israel...” Dios velando nuestro sueño, bendiciéndonos, trabajando mientras dormimos.  

También pensé que cuando aquí es de noche y yo descanso, todas esas personas están trabajando, pensando, haciéndose cargo de las cosas, tomando sus propias decisiones.  Y está bien que así sea. 

Dice el evangelio de Marcos que “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo... La tierra da el fruto por sí misma.” (Mc 4, 26-27) 

Anoche dormí muy bien.

viernes, 20 de enero de 2012

Alimentar la esperanza

Hace unos días recibí un correo que me dejó pensando mucho. Lo escribió una persona cercana, a la que quiero y también admiro. Sus palabras me quedaron doliendo dentro, porque siento que hacen eco de lo que muchos pueden sentir en ciertos momentos:
¿Sabes? desde siempre he estado del lado de la lucha por un mundo más equitativo, un poco más parejo; he hecho mil cosas... pero no hemos conseguido nada, no ha habido cambios y después de 50 años de lucha no veo para qué.  Decía un maestro de la carrera que no debemos llorar de impotencia, pero ya no sé qué hacer... 
El correo tenía su origen en la preocupación y dolor ante las noticias de hambruna en la Sierra Tarahumara. Una "noticia" que en realidad no es novedad: cada año hay hambre. Cada año se reparten cobijas y despensas, en un ciclo interminable.  Es como las noticias de desastres naturales: viene un terremoto o una inundación, nos impresionamos, mandamos algo de ayuda... y nos quedamos tranquilos hasta el siguiente desastre. O hasta que se nos vuelve a despertar la conciencia. Sólo que aquí el desastre no es "natural"; es un desastre provocado por la injusticia, la indiferencia y la corrupción.

Pero lo que me dolió no fue tanto eso, sino la desesperanza. Tuve que pensar bien mi respuesta, porque no quería contestar con frases que sonaran prefabricadas.  La animé a llorar y a sentir, porque creo que hay lágrimas (de indignación, de impotencia, de dolor)  que nos ponen en sintonía con Dios. Le compartí lo que he experimentado en muchos momentos: la muerte parece presente en todas partes, pero hay acciones que detienen su avance.  Como si la luz ganara espacios... Aún sabiendo que no está en nuestras manos resolver todo (ni aún un poco), podemos ser parte de las redes de vida, de solidaridad, de esperanza, que se expanden como hierba con la lluvia.  

Esto me recuerda un poco "La historia interminable", de Michael Ende.  La tierra iba desapareciendo ante el avance de la Nada, pero en la medida en la que se fortalecía la fe y la imaginación, reaparecían espacios. Lo mismo ahora: pareciera que "la Nada", va haciendo el mundo seco y gris, pero al mismo tiempo hay miles de personas pensando cómo mandar ayuda, firmando peticiones de defensa de los animales, logrando que se mantenga el derecho a la expresión en internet, organizando proyectos comunitarios. Lo he visto. Lo he tocado.

Pero esto también es cosa de fe, y creo que a veces lo mejor que podemos hacer es poner en manos de Dios nuestra esperanza frágil y maltratada.  Estos días he estado escuchando esta canción, que de alguna manera dice esto:
EN TUS MANOS  (Cecilia Rivero Borrell, rscj)

Toma nuestro ser por tu cuenta Señor
Que si no es así, a quién iremos
Toma nuestra vida por tu cuenta Señor
Que si no, dinos qué es lo que haremos
Nuestra arcilla entera en tus manos Señor,
Que si no, inútilmente sufrimos
Nuestros sueños todos por tu cuenta Señor
Que si no, el horizonte perdemos.
NUESTRA SED DE JUSTICIA EN TUS MANOS SEÑOR
QUE LA MUERTE NO ESPERA Y AVANZA,
NUESTRO AFÁN DE ESPERANZA EN TUS MANOS SEÑOR,
QUE SI NO EL SIN SENTIDO NOS CANSA.
Nuestro modo de orar por tu cuenta Señor,
Que nos haga ligera la carga,
El trabajo y la lucha por tu cuenta Señor,
Que si no se interrumpe esta danza...
Hoy cumplo, por cierto, 10 años de mis votos perpetuos.  A veces danzo y a veces me canso... pero le pido a Dios eso: que me tome por su cuenta.  Que nos siga tomando a todos por su cuenta, para alimentar nuestra esperanza y nuestro deseo de danzar.

domingo, 1 de enero de 2012

En clave de Facebook


Una de las cosas que agradezco de acompañar Ejercicios Espirituales a jóvenes es que suele darme nuevas claves para entender y expresar el seguimiento de Jesús.  Esta vez hay en el grupo varias niñas de prepa, de 17 y 18 años.  Al compartir su día usan frases como: “El día estuvo super chido, ¿sí me entiendes?  Así como que plática total con Jesús…”   Pero también se tejen procesos profundos, cambios de perspectiva, reconciliaciones… 

Ayer se les propuso que reflexionaran sobre su modo de amistad con Jesús y hasta qué punto se sienten libres para seguirlo. Al ver a estos jóvenes empecé a preguntarme: ¿Cómo serían unos EE en clave de Facebook?  A lo largo de la tarde, según iban transcurriendo las entrevistas, fue creciendo en mí la risita silenciosa, el sentimiento de complicidad con Jesús al “traducirles” la propuesta:
Esto es como hacer el test para ver en qué nivel te ubicas: El primer nivel de amistad es como darle “like”.  Dices que Jesús “te gusta”, te sumas a su fan page y por lo mismo estás dispuesta a vivir de acuerdo a sus mandamientos, amar al prójimo, no hacer daño a nadie…   El segundo nivel de amistad, equivale a aceptar su solicitud y hacerte de verdad su amiga: prestar un servicio más allá de lo meramente indispensable,  apoyar su causa y compartirla con tus amigos…  Pero el tercer nivel, es cuando de plano ya pones “tengo una relación”: estás enamorada, quieres caminar con él, escoger las mismas cosas que él eligió y por eso estás dispuesta a todo.
Sus ojos brillaban de entusiasmo: “¡Sí!, me late eso del test… – y con una risita - pero bueno, primero voy a checar si tengo una nueva solicitud de amistad…”
 
Al mirar el atardecer me sentí llena de una gratitud silenciosa. Por una parte por cada uno de estos jóvenes  y su increíble disposición.  Pero también, más profundamente, porque me sentí tentada a cambiar mi “estado” en Facebook: yo, Clara, tengo una relación.  Lo digo con orgullo, con alegría  e incluso con cierta incredulidad.  Tengo una relación larga y profunda, que me ha marcado y da perspectiva a todas mis demás relaciones. Esta relación, que se fue gestando a mis 14 ó 15 años, ha desembocado en que mi vida sea ahora esto: acompañar a otros en el proceso de encontrarse con Dios, aprender a discernir y correr riesgos.  Sólo por esto valdría la pena mi vida. 

Y qué alegría profunda cuando alguien más se acerca a decirme: “Ya lo descubrí…  voy a cambiar mi estado en Facebook”

domingo, 25 de diciembre de 2011

Para acercarse

Hace un año tuve el regalo de contemplar este atardecer en Puente Grande.  El paisaje era extraordinario: el sol se iba poniendo cada vez más brillante y comencé a tararear una canción navideña que me gusta mucho: 
"Estrella que surges en nuestras tinieblas,
lucero divino de gran respandor;
Oh Sol que vences la noche del mundo,
tú, luz eterna, Oh Cristo Jesús..."
De pronto caí en la cuenta: todo eso es muy bonito, pero muy lejano. Las estrellas son brillantes, pero inalcanzables. Y Dios es también cercanía, confianza, intimidad.

Yo traía rondando la pregunta: ¿Por qué te encarnaste?  Y fue llegando la respuesta sorprendente:  Porque ser sólo Dios hubiera sido demasiado solitario.  No basta ser estrella, luz, sol, camino... Quería otras palabras más sabrosas: ser amigo, mano, hombro, piel, mejilla... 
Y más espectacular se ponía la bóveda: impresionante, preciosa, perfecta... y su respuesta era clara:  es precioso, pero muy lejano. Quiero la cercanía de ser humano

Recordé un fragmento de un poema de Casaldáliga: 
"Y cuando el Templo, en su esplendor, 
lo ofusca, 
rompe infantil el vientre de María"

Hacerse sencilla, cercanamente humano...  ¿Será que nosotros mismos aprenderemos eso?

sábado, 24 de diciembre de 2011

Té y silencio

Tengo un ritual desde hace algunos años: me levanto temprano, bajo a la cocina por un té y me siento un rato largo en un rincón silencioso. Si estoy en mi casa, es en el sofá de arriba. Con mi vida viajera, si amanezco en otra casa puedo quedarme en mi cuarto, buscar la capilla o cualquier lugar donde sé que no pasará nadie.
Suele ser el mejor momento del día. Antes, me servía para organizar mis ideas, para hablar con Dios o escribir en mi cuaderno. Últimamente noto que lo importante es callar... y sí, estar con Dios. Sentirme a veces invadida por su presencia; a veces, sutilmente acompañada.
También puede pasar que sucumba a la tentación de encender la computadora (la música es un buen pretexto), checar mi correo y así empezar el trajín del dia. Pero a esa hora, incluso si estoy dispersa permanece la sensación de contacto.
Por eso el blog tendrá este nombre. Es el espacio para compartir algunas de las reflexiones tejidas en esos espacios de té y silencio, mientras va llegando la luz de la mañana.
¿Quién leerá esto? Posiblemente mi mamá y 3 ó 4 amigas. Pero a aquellos que se asomen... bienvenidos, bienvenidas.