El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

viernes, 21 de diciembre de 2012

Re-comenzar

Estos días el ambiente está lleno de bromas y comentarios en torno al "fin del mundo". Se han hecho caricaturas, chistes e incluso leí ayer varias versiones de un horario para la jornada, incluyendo extraterrestres, lluvia de meteoritos y otras tonterías.
Quienes conocen mejor la cosmovisión de los mayas, saben que según su calendario en estos días se llegaba al final de un ciclo y al inicio de otro. Los nuevos comienzos siempre son un buen pretexto para alimentar la esperanza, así que también he oído a personas verdaderamente deseosas de que a partir de mañana haya más paz, armonía y buena voluntad en el mundo.
Yo no soy del tipo esotérico y en relación a ciertas cosas mantengo un respetuoso escepticismo, pero reconozco que cuando se pasan tiempos oscuros a una se le alborotan las fibras apocalípticas. No en el sentido popular de "fin del mundo", sino en el sentido de desear una intervención definitiva de Dios que ¡pum!, haga borrón y cuenta nueva. Que aniquile a los malos y premie a los buenos. Fin.
También nos pasa que empezamos a buscar señales, o como ya decía, pretextos para la esperanza. Una esperanza que anida en todos nosotros, que nace de la nostalgia por un mundo menos absurdo, menos violento, más justo, con futuro.
Hace algunas semanas, en medio de la violencia y la confusión que vivimos en México, me sorprendí sonriendo al pensar en la posibilidad de que el 21 de diciembre se terminara todo eso y empezara una era de sensatez, honestidad y compasión. Las lecturas de ese día eran las del inicio del Adviento: "Levanten la cabeza, porque se acerca a hora de su liberación..." ¡Qué ganas de que pudiera empezar un nuevo tiempo!
Y entonces caí en la cuenta: la esperanza a la que se refiere la lectura evidentemente no se refiere al día de hoy, sino a lo que celebraremos dentro de unos días. La presencia pequeñita y vulnerable de un Dios que viene a quedarse con nosotros.
Pero hace falta buscarlo, ponernos en camino... Y una vez frente al pesebre, mirarlo de verdad y empezar a aprender.
La esperanza viene de un Dios que decide hacer un "camino hacia abajo", despojándose de privilegios, status y alabanzas. Que prefiere la solidaridad de pasar la noche en medio de campesinos y pastores. Que elige cambiar el mundo no con una lluvia de meteoritos, sino haciéndose presente. Caminando con nosotros. Enseñándonos nuevamente a ser humanos.
Ni modo... las profecías no van a decirnos otra cosa: hay que volver a Jesús, a los pobres, a la orilla... y confiar en que en esos lugares que parece que no importan, es donde se gesta la esperanza. Aprender de él que el camino para ser humanos pasa por la cercanía, la compasión y la solidaridad.
Y eso sí que sería un nuevo comienzo para el mundo.