Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera. (Mt 11, 28-30)
La humildad descansa.
Esa humildad que consiste en la verdad: qué puedo hacer y qué no. Qué cosas sé
y cuántas otras ignoro. La soberbia, en cambio, es agotadora: puedo con todo,
yo lo sé todo, soy el primero, no me puedo dar el lujo de quedar en segundo
lugar, no debo tirar la toalla, no se vale rendirse… ¡Cuántas veces repetimos
esos discursos, pensando que nos hacen “superarnos”! Jesús en cambio nos invita
a descalzarnos, a bajar las manos, a reconocer nuestra verdad: nuestras cargas,
nuestros agobios, nuestros cansancios.
No nos ofrece una vida “light” o sin responsabilidades. Sencillamente, nos ofrece la alternativa de vivir desde la mansedumbre, compartiendo mutuamente nuestras cargas, y aceptando que, casi siempre, hacer lo que podemos es ya suficiente.
Clara Malo C. rscj