Uno de los regalos de este verano fue poder participar en la fiesta que organizaron la familia y la comunidad de Celia, que había hecho los votos perpetuos en Roma el 1de julio. Celia es indígena, así que cuando hablo de su comunidad estoy hablando de toda la gente de su pueblo, El Mejay. También estoy hablando de los ñahñu del Valle del Mezquital, que vinieron a la fiesta desde al menos 15 pueblos distintos.
La fiesta fue una larga liturgia: tres días de celebración que nos permitieron tocar a Dios-con-nosotros. Cada parte merecería un capitulo, así que comparto al menos mis reflexiones sobre la procesión de la primera tarde.