El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

jueves, 16 de diciembre de 2021

Esperando

 

José y María vienen camino a Belén. Podemos imaginar a todos los que lo esperan, aún sin saberlo...

El pesebre está esperando...  Ese refugio, poco humano fuera del trabajo cotidiano de limpiarlo y dar alfalfa a los animales, espera convertirse en un espacio capaz de acoger la vida de Dios.

Los pastores están esperando...  Metidos en su vida cotidiana. Cansados no sólo del trabajo, sino también de la pobreza, del futuro incierto, de la violencia, de las pequeñas miserias de su vida...   Esperan un salvador.

Los ángeles esperan...  Tienen el canto listo, porque su mayor deseo es anunciar una gran alegría. Poder ser portavoces de una Buena Noticia que no es una promesa más o menos lejana, sino certeza y cumplimiento: “Les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo...”   Y como Jesús diría muchos años después: “Y su alegría nadie se las podrá quitar”. 

domingo, 15 de agosto de 2021

La fiesta del Abrazo

La fiesta de la Asunción es muy recordada, pero creo que poco comprendida. Sin embargo, de unos años para acá, es de las afirmaciones de fe de la Iglesia que me dan más consuelo y esperanza. Tiene qué ver cómo entendemos el cuerpo y el alma ("en el cielo hay también lugar para el cuerpo", dijo Benedicto XVI al hablar sobre esta fiesta), y también con cómo imaginamos el encuentro con nuestro Dios después de esta vida. 
¿Qué “parte” de nosotros es la que se encuentra con la vida definitiva? No podemos decir que solamente el “alma”... sino todo nuestro ser, nuestra capacidad de relación, nuestra historia cargada de experiencias, todo aquello que nos permite decir “yo”. Cuando en la fiesta de la Asunción celebramos que María “fue asunta” al cielo en cuerpo y alma, lo que estamos diciendo es que Dios la recogió y abrazó entera; toda ella, con su historia, su vida, su memoria.  

El cuerpo nos sirve para relacionarnos con el mundo a través de nuestros sentidos, para entrar en comunicación con los demás a través de la vista, la palabra, el tacto y para transformar la creación interactuando con ella. Que María esté con Dios “en cuerpo y alma” significa que su capacidad de vernos y escucharnos sigue intacta, aunque no sea con los ojos y los oídos que tenía en Nazaret. Y lo que Dios hizo con María, primera creyente, lo hace con nosotros, cada uno de sus hijos. Así seremos recogidos, asumidos, abrazados. 

Cuando pienso en tantas muertes solitarias, en las familias que no pudieron despedirse y bendecir a sus enfermos, he pensado también en la fiesta de la Asunción. María, toda ella, se perdió en el abrazo de Dios.  Pienso que así nos abraza a cada uno, que así nos busca, que así nos recoge.  A quienes murieron sin el contacto consolador de la mano de sus hijos, a quienes mueren todavía hoy en circunstancias en las que no quiero pensar, los recoge en cuerpo y alma, con cuerpos que ya no están atormentados, que respiran libremente, que pueden danzar.