El corazón lleno de nombres

Al final del camino me dirán
- ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres...

Pedro Casaldáliga

jueves, 28 de junio de 2012

Votos y Votos

Sin haberlo planeado, resulta que este domingo coinciden las elecciones en México con  la profesión perpetua de 12 Religiosas del Sagrado Corazón de distintas partes del mundo. Mientras aquí estaremos votando por algún candidato,  en Roma estas hermanas estarán haciendo votos perpetuos.  Estos días he estado dando vueltas a estos dos sentidos distintos de la palabra "votos".

Que nos jugamos mucho en las elecciones del domingo, desde luego. Es una de las pocas ocasiones en las que se escuchará la palabra colectiva de los mexicanos, aunque esa palabra no sea para nada única, ni consensada.  Cada quién tendrá sus propias razones para votar en un sentido u otro, incluyendo a quienes venderán el voto, o no votarán.  También esa es "palabra", aunque no nos guste.
Quienes votaremos después de informarnos, pensar, discutir e incluso rezar intensamente, lo haremos con la certeza de que estamos inclinando la balanza hacia un lado u otro. Por eso las campañas apasionadas.  Por eso los comentarios que inundan las redes sociales. Por eso también la angustia de los indecisos: porque sabemos que tachar una boleta, aunque parezca un gesto sencillo, tiene consecuencias.

Pero el otro sentido de la palabra "voto" es promesa, compromiso.  Los votos religiosos son un compromiso solemne y público de seguir a Jesús con toda la radicalidad posible; de modelar  nuestra vida, nuestra manera de relacionarnos con las personas y las cosas, desde los criterios del evangelio.
"En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo,
en presencia de María, Madre de la Iglesia, 
y de todos los que están aquí como testigos, 
yo, .......  queriendo seguir cada vez más de cerca a Jesucristo, 
prometo a Dios Todopoderoso, 
obediencia, pobreza y castidad perpetuas"
Es una lógica un poco loca.  En un contexto en donde se ha vuelto importantísimo lo que se dice en Twitter, en el que las noticias son sobre los ricos y famosos, en donde nos peleamos unos con otros con encuestas de opinión en la mano,  en una capilla de Roma estas 12 mujeres van a prometer entregar su vida entera a la misión de manifestar el amor de Dios. Se comprometen a estar disponibles, a vivir desde una actitud de servicio, a compartir todo lo que tienen sin buscar acumular bienes, a tener la mirada y el corazón junto a los pobres. Prometen vivir con el corazón abierto, ubicándose frente a todos y todas como hermanas y amigas. Lo van a hacer, como dice la fórmula de votos, "seguras de la fidelidad de Dios y del amor de sus hermanas".  Este acontecimiento no será "trend topic", no saldrá en ningún periódico y pasará desapercibido para casi todo el mundo.  Pero creo que, en cierto modo, estos votos tienen más carga de significado.

¿Qué pasaría si este domingo, mientras cada uno estamos en la casilla,  hiciéramos también un "voto" parecido?  Que al cruzar la boleta donde pensemos que es lo mejor, lo hagamos pensando:  "Yo, Fulana, me comprometo a vivir la justicia".  "Yo, Perengana, me comprometo a hablar con la verdad".  "Hoy hago voto de ser menos violento".  "Hoy,  prometo a Dios que miraré por los demás".  "Prometo que no esperaré otros 6 años para actuar como ciudadana y que me importe mi país".
Hay una canción que canta Mercedes Sosa y que estos días me ha acompañado, con toda su carga de responsabilidad, pero también de esperanza:
"El futuro está en tus manos
y en mi amor apasionado, 
el futuro está en tus manos
y en mi amor"
Es verdad que, en parte, el futuro de nuestro país está en nuestras manos; ojalá tengamos la lucidez necesaria para decidir lo mejor.  Pero la vida es más ancha,  y el futuro depende también de lo que hacemos con nuestro amor, si somos capaces de amar apasionadamente.
Clara Malo, rscj

domingo, 10 de junio de 2012

El cuerpo de Jesús


El jueves celebramos aquí en México la fiesta de Corpus, el Cuerpo de Cristo. En las parroquias se organizaron procesiones y momentos de adoración a la Eucaristía,  pero tengo la impresión de que a muchísima gente esta fiesta le ha ido quedando lejana.  También creo que el centrarnos en un aspecto, el de Jesús presente en el pan, no nos ha dejado espacio para agradecer lo básico:  Jesús tuvo cuerpo.  
El Hijo de Dios fue cuerpo, con todo lo que esto supone de gozo y de dolor. Lo que supone, sobre todo, de capacidad de relación. Creo  que la fiesta de Corpus es una oportunidad de agradecer con todo nuestro ser la cercanía y la solidaridad que encierra la encarnación.
Agradecer, por ejemplo, que Jesús haya tenido pies. Algo tan simple y evidente como eso: pies para caminar de un pueblo a otro, pies para ser besados y lavados por aquella mujer pecadora, pies cansados que lo hicieran sentarse a descansar junto a un pozo. Y ver entonces cada parte de su cuerpo y celebrar que con él tocara a los leprosos y abrazara a los niños; que permitiera que el discípulo amado se reclinara en su pecho o que una mujer lo ungiera con perfume.
Mirando el evangelio, impresiona ver en cuántas escenas destaca la corporalidad y todo lo que ésta expresa. Jesús toca, acaricia, es apretado por todas partes por la multitud; más tarde sería golpeado, azotado, traspasado. Y es que ahí, en el cuerpo, está también el medio para querer, para decir “esto soy”, para relacionarnos, para dejar que los demás se acerquen.
Por eso podemos agradecer también por el don de nuestros pies, nuestras manos, nuestro rostro o cada parte de este cuerpo nuestro, invitado a ser también “transparencia” de la presencia de Dios. Invitado a ser bendición para otros, entregado para el Reino. "Este es mi cuerpo, que se entrega por..."

¿Por quiénes entregas el tuyo?
Clara Malo C.  rscj