El jueves celebramos aquí en México la fiesta de Corpus, el Cuerpo de Cristo. En las parroquias se organizaron procesiones y momentos de adoración a la Eucaristía, pero tengo la impresión de que a muchísima gente esta fiesta le ha ido quedando lejana. También creo que el centrarnos en un aspecto, el de Jesús presente en el pan, no nos ha dejado espacio para agradecer lo básico: Jesús tuvo cuerpo.
El Hijo de Dios fue cuerpo, con todo lo que esto supone de gozo y de dolor. Lo que
supone, sobre todo, de capacidad de relación. Creo que la fiesta de Corpus es una oportunidad de agradecer con todo nuestro ser la
cercanía y la solidaridad que encierra la encarnación.

Mirando el
evangelio, impresiona ver en cuántas escenas destaca la corporalidad y
todo lo que ésta expresa. Jesús toca, acaricia, es apretado por todas partes
por la multitud; más tarde sería golpeado, azotado, traspasado. Y es que ahí,
en el cuerpo, está también el medio para querer, para decir “esto soy”, para
relacionarnos, para dejar que los demás se acerquen.
Por eso podemos
agradecer también por el don de nuestros pies, nuestras manos, nuestro rostro o
cada parte de este cuerpo nuestro, invitado a ser también “transparencia” de la
presencia de Dios. Invitado a ser bendición para otros, entregado para el
Reino. "Este es mi cuerpo, que se entrega por..."
¿Por quiénes entregas el tuyo?
¿Por quiénes entregas el tuyo?
Clara Malo C. rscj
Ay, Clara... gracias por ese comentario sobre la corporalidad de Jesus--una corporalidad que compartimos y que vale celebracion...que vale honor...respeto...ternura...que vale ser alimentada con El Pan entregado por todos... Gracias...
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