«Maestro, hemos trabajado durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes.» Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían... Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador.»
¿Por qué será que la bondad, la libertad y la generosidad
de Jesús nos asustan? Simón y sus amigos estaban cansados y decepcionados: una
noche completa de trabajo en vano. Pero cuando llega la pesca y la barca está
llena, el impulso de Simón es decir: “¡Apártate de mí!”.
Conozco muchas personas que, cuando se les habla de amor,
o de perdón, o incluso si les pasa algo muy bueno, instintivamente dicen “esto
no es posible”, “no me lo merezco” o “seguro se acaba pronto”. Nos cuesta creer
que Dios está de nuestro lado, y que, además, cuenta con nosotros. Jesús no se
fija en si Simón es o no un pecador: simplemente lo quiere en su equipo.
Cuando sintamos la tentación de decir: “Apártate de mí”, ojalá escuchemos resonar en nuestro corazón su respuesta: “No temas. En adelante, serás pescador de hombres”.
Clara Malo C. rscj
En el libro de los miserables, la transformación de Jean Valjean se da a través del amor incondicional del obispo, y en un inicio esto aterra a Valjean.
ResponderEliminar"Estuvo casi dispuesto a preguntarse, quién es aquel hombre, y le tuvo horror".
Gracias Clara por invitar a la reflexión con tus excelentes reflexiones.