No cabe duda que Pedro ocupó un lugar especial en el grupo de los discípulos. Jesús confió en él para construir y guiar a la primera comunidad cristiana, no porque Pedro fuera perfecto, sino porque Jesús reconoció en él las cualidades necesarias para ser una piedra firme, que confirmara la fe de los demás.
La verdadera piedra sobre la que está edificada la Iglesia es Jesús, pero él confió en este hombre – testarudo a veces, alguna vez cobarde, pero también amigo fiel – para ser el primero entre sus hermanos. Todos somos un poco así: “piedras” imperfectas, pero que juntas podemos formar una comunidad a la que los poderes de la muerte no podrán vencer.